sábado, 19 de enero de 2008

La pesadilla de Darwin

La pesadilla de Darwin


Título: La pesadilla de Darwin (Le cauchemar de Darwin)
Dirección: Hubert Sauperuc
Paises: Francia, Austria y Bélgica
Año: 2004
Duración: 107 min.


De acuerdo con la teoría de la evolución postulada por Charles Darwin en 1859, la vida se manifiesta como una lucha constante por la supervivencia, lucha que provoca que los organismos menos adaptados a un medio natural específico desaparezcan y permite que los mejores adaptados se reproduzcan. A este proceso se le llama "selección natural". En El origen de las especies, Darwin concluía que de no existir en los ecosistemas un equilibrio entre la supervivencia de unas especies a costa de otras y la posibilidad de que todas prosperen, no es posible un futuro para ninguna, ni siquiera las más fuertes.

La pesadilla de Darwin, cinta que hoy comentamos, no es una película donde estas ideas sean presentadas a la manera tradicional de un documental científico; más bien es una película acerca de seres humanos del Norte y del Sur, acerca de la globalización y acerca de un pez. Su director, el cineasta austriaco Hubert Sauper, comenta que si Darwin pudiera verla probablemente tendría pesadillas, en tanto que muestra una perversión de los postulados expuestos en su teoría.

La pesadilla de Darwin trata sobre la supervivencia impositiva del más fuerte a costa de los menos aventajados. Su foco de atención es África, cuna olvidada de la humanidad, destino turístico de privilegiados pero, sobre todo, despensa y vertedero de las potencias occidentales que la han sumergido en un pozo de pobreza, guerra, corrupción y marginalidad. La imagen que devuelve este espejo del subdesarrollo no podría ser más nítida: es la falta de escrúpulos de aquellos que continúan expoliando a los más débiles a través de un nuevo orden económico, pero también la indiferencia de quienes apartan la mirada hacia otro lado. Es algo ante lo que el resto del mundo finge, pero que no por ello deja de ser menos cierto: el Primer Mundo vive bien gracias a que en el Tercer Mundo se vive muy mal.

El realizador Sauper comenzó interesándose por la desaparición de la variedad animal en el Lago Victoria, considerado un importante centro de biodiversidad. Como parte de un “experimento científico”, a mediados de los años sesenta se introdujo en ese ecosistema una especie de pez, la perca del Nilo, sumamente agresiva. El resultado fue que, en pocos años, la perca se había convertido en la especie dominante del lago, al grado que ahora le cuesta encontrar alimento y en ocasiones recurre al canibalismo. Paradójicamente, semejante catástrofe ambiental supuso para uno de los países bañados por el lago, Tanzania, una oportunidad económica: la venta de perca a Europa y Japón es para esta nación africana una de sus mayores fuentes de recursos económicos.

¿Repercute eso en el bienestar de sus habitantes? Sauper filma con una cámara digital un día cualquiera en Mwanza, ciudad donde se recoge la pesca y se distribuye a otros países con aviones de líneas y pilotos procedentes de Europa del Este. Y Mwanza es el infierno: hambre, prostitución, sida, muerte en las calles. Ni los occidentales que han auspiciado la exportación de la perca ni las autoridades locales parecen apreciar que los nativos viven, literalmente, de los restos agusanados de pescado que sobran tras el empaquetado del producto fileteado que se destina al exterior. Pero va más allá: los aviones se llevan el pescado. ¿Qué traen cuando vuelven a Tanzania? ¿Cuál es el verdadero negocio bajo la excusa de la exportación? En cualquier caso, ¿cuál es el precio que pagan unos para que otros puedan ingerir proteína de buena calidad? ¿Ese precio puede incluir la guerra?

El documental muestra una realidad difícil de ver y de combatir. Su arriesgado trabajo de denuncia va hilvanando cuestiones que en un principio podrían parecer engañosamente inconexas, pero que poco a poco se van relacionando para finalmente vincularse fatídicamente y terminar por demostrar que tanta ramificación tiene como punto de partida la misma raíz: el antiguo colonialismo, hoy convertido en globalización de mercado.

Es necesario advertir que La pesadilla de Darwin no resultará del agrado de muchos. El público que sólo ve el cine como entretenimiento, recibirá el documental como una bofetada; a cambio se encontrará con una película inteligente destinada a los que considera espectadores inteligentes, porque enseña sin juzgar, transmite sin manipular, establece relaciones sin necesidad de colgar etiquetas, y captura el interés con contenidos y no con especias —no hay música, ni montajes efectistas, ni voces en off, que amenicen o sobredimensionen este brutal descenso a los infiernos.

No hay que perderse este cuento de terror, escenificación cruenta de la batalla norte-sur, genuina guerra de los mundos en la que tampoco hay respuesta del asediado. Pero sin un final alentador que llevarnos a la boca.

La pesadilla de Darwin fue ganadora del Premio al Mejor Documental 2004 en el European Film Awards, del Premio a la Mejor Película en el Viennale y del Premio al Mejor Documental en Montreal. Perdió el Oscar del género de ese año ante un film políticamente correcto, La marcha del emperador.